El Profeta
MALAQUÍAS
Profeta ZCARÍAS
Como otros muchos profetas,
Zacarías habló al pueblo de la necesidad de ser fieles a Dios: «No seáis
como vuestros padres, a quienes predicaron los primeros profetas, diciendo ¡Convertíos
de vuestros malos caminos y de vuestras malas obras! Pero no atendieron, no me
escucharon, dice Yavé».
Profeta NAHUM
Del
profeta Nahum no sabemos nada más que lo que nos dice el libro de la Biblia.
Era natural de Elqosh, que según san Jerónimo estaba en Galilea, y según
otras fuentes, en Judea. Nahum vaticinó el castigo y la ruina de la ciudad de Nínive
durante el reinado de Josías, es decir, varios años antes de que ocurriera.
Profeta
AMÓS
Amós
es un campesino de la región de Tecua. Se dedica al cultivo de higos, pero el
Señor le llama para profetizar en el pueblo de Israel.
El profeta OSEAS
En su vida, Oseas vivió la desgracia de enamorarse de una mujer que no le fue fiel. Por esto sufrió mucho, ya que la amaba con todo su corazón, y no sabía cómo librarse de su dolor. La insultó, le quitó los regalos que le había hecho, la repudió…, pero todo era inútil, puesto que no lograba olvidar su amor. De repente todo tomó un giro inesperado: Oseas decidió enamorar a su mujer en el silencio del desierto, donde la hablaría al corazón.
Profeta
JONÁS
Un buen día, el Señor le
dio el siguiente mensaje a Jonás: «Levántate y vete a Nínive. Recorre sus
calles y diles a los habitantes de la ciudad que conozco sus malas acciones y
que estoy muy disgustado. No quiero castigarlos, por eso te necesito para que
les des mi mensaje y puedan cambiar de vida».
Pero a Jonás parece que no le gustó nada la idea, y en vez de hacer lo que Dios le había encomendado, se embarcó en dirección a Tarsis, y no hizo caso al mensaje de Dios.
Pero a Jonás parece que no le gustó nada la idea, y en vez de hacer lo que Dios le había encomendado, se embarcó en dirección a Tarsis, y no hizo caso al mensaje de Dios.
El profeta MIQUEAS
SAMUEL
Había una vez, hace mucho tiempo, un hombre llamado Elcana que tenía dos mujeres. Éstas se llamaban Ana y Penena. Ana se sentía muy desdichada porque, mientras que Penena tenía hijos, ella no lograba tener ninguno. Tanto sufría Ana por aquello que un día decidió hacer una petición a Dios en el templo, delante del sacerdote Helí. E hizo la promesa siguiente: «Yavé, mira el sufrimiento de tu sierva. Si te acuerdas de mí y me das un hijo varón, yo lo consagraré a ti por todos los días de su vida». El sacerdote, que la veía, le dijo: «Vete en paz y que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido”.
ELISEO
Uno de los milagros que se narran en la Biblia nos recuerda mucho al milagro que hizo Jesús de la multiplicación de los panes y los peces. Era una mujer que se había quedado viuda. Tenía muchas deudas y ningún dinero, por lo que los acreedores iban a llevarse a sus hijos como esclavos por no pagar las deudas. Ella pidió ayuda a Eliseo, el hombre de Dios.
MOISÉS
Un día, una mujer israelita
tuvo un bebé. Era niño, y lo encontró tan bonito que lo ocultó durante tres
meses. Llegó un momento en que no pudo tenerlo escondido por más tiempo, así
que decidió meterlo en una cesta, y dejarlo en la ribera del río Nilo. La
hermana del bebé se quedó por allí para vigilar bien lo que pasaba. En esos
momentos, la hija del faraón, el rey de Egipto, bajaba al río a bañarse
acompañada de sus doncellas. Fue ella la que descubrió la cestita y comprobó
que había dentro un bebé llorando. Se compadeció la joven del niño, pues
enseguida comprendió que era un hijo de hebreos, y lo sacó de allí. En ese
instante apareció la hermana del bebé, y le preguntó a la hija del faraón:
«¿Quiere usted que vaya a buscar entre los hebreos a una niñera para que críe
al niño?» Y de esa manera el bebé fue entregado a su verdadera madre, que lo
crió hasta que fue mayor. Entonces la madre se lo llevó a la hija del faraón,
que lo acogió como a un hijo y le puso de nombre Moisés, porque se dijo «De
las aguas lo saqué» (es lo que significa la palabra moisés).
DAVID: rey de los israelitas
Subió David al trono de
Israel, y fue rey durante muchos años. Ya no habría más enfrentamientos entre
tribus.
David
era un hombre bueno que tenía una gran fe en Dios. Por esto, un día, se dio
cuenta de que el arca de la Alianza no tenía ni una tienda ni un templo dignos.
Así que lo consultó con Natán, que era un profeta, y se lo explicó. Natán
al principio le dijo que realizase todo lo que había pensado, pues Dios estaba
de su lado. Sin embargo, aquella noche el profeta Natán tuvo un sueño. En él,
el Señor le daba un mensaje que debería transmitir a David:
«No he tenido casa desde que
saqué a los israelitas de Egipto. Siempre he sido trasladado de aquí para allá
en tiendas. Pero hasta ahora no he encargado nunca a ninguno de los jueces de
Israel que me construyese un templo. Dile a mi siervo David:El sueño del rey SALOMÓN
«Ya
me queda poco para morir, hijo mío. Esfuérzate y sé un buen hombre. Sé fiel
a Yavé, tu Dios, caminando siempre por sus sendas, guardando sus mandamientos,
sus leyes y preceptos, tal y como están escritos en la Ley de Moisés, para que
seas afortunado en tu vida, hagas lo que hagas y vayas donde vayas. Así se
cumplirá lo que Dios me dijo un día: Si tus hijos siguen su camino ante mí en
verdad y con todo su corazón y toda su alma, no te faltará jamás un
descendiente sobre el trono de Israel».
Al poco tiempo, David murió y fue enterrado con sus antepasados. Así, Salomón subió al trono.
Al poco tiempo, David murió y fue enterrado con sus antepasados. Así, Salomón subió al trono.
GEDEÓN libera a Israel
Un día
Gedeón estaba batiendo el trigo escondido, por miedo a que vinieran las tropas
de Madián y le quitaran el alimento. De repente, se le apareció un ángel, y
le dijo: «El Señor está contigo, valiente héroe». Gedeón no pudo ocultar
su sorpresa, pero le preguntó: «¡Ah! Y entonces, si el Señor está conmigo,
¿por qué le están sucediendo todas estas desgracias a mi pueblo? Creo que el
Señor nos ha abandonado y nos ha dejado solos frente a Madián y sus tropas».
El ángel del Señor le contestó: «Pues ve y salva a tu pueblo de los
madianitas. El Señor te envía, y estará a tu lado».
SANSÓN
Acordaos
de que los jueces en la Biblia son personas normales a los que Dios elige para
que, con su ayuda, salven al pueblo de Israel. Encontraréis su historia en el
Libro de los Jueces de la Biblia. En los tiempos de Sansón, los israelitas
estaban en manos de los filisteos, pues habían vuelto a ser infieles a Dios.
Sansón
es especial desde su nacimiento, pues su madre era estéril, es decir, que no
podía tener hijos, y estaba casada con un hombre llamado Manóaj. Sin embargo,
un ángel de Dios se le apareció a su madre avisándola de que tendría un
hijo, y que ese hijo estaría consagrado a Dios toda su vida, desde su
nacimiento, y un signo de ello sería que nunca podría cortarse el pelo. Sansón
creció, y su fuerza era tremenda. Podía con todo lo que se le pusiera delante:
decenas de hombres, leones gigantes…, nada le daba miedo. La fidelidad y el
amor a Dios le hacían tener esa fuerza. En la Biblia se nos narran muchos
ejemplos para que entendamos cómo era la fuerza de Sansón, y lo mucho que lo
odiaban los filisteos, pues siempre que se enfrentaba a ellos los derrotaba.
TOBÍAS
Tobías fue un hombre muy bueno que vivió en el norte de Palestina, y que
siempre fue fiel al amor de Dios.
Sin
embargo, a su alrededor su pueblo, e incluso su familia, no era fiel al Dios de
los israelitas. Pero él era constante y siempre cumplía con los mandamientos
del Señor.
Tobías
pasó por muchas penurias y su vida no fue fácil. Perdió la vista, y no pudo
evitar desesperarse, porque creía que no se merecía tanto dolor, ya que
siempre había intentado portarse bien. Y, llorando, le dijo al Señor: «Justo
eres, Señor, y justas son todas tus obras; siempre juzgas según la verdad y la
justicia. No me castigues por mis pecados, ni por mis ignorancias, ni por las
que mis padres cometieron contra ti (…) Quítame el aliento de vida para que
muera y me convierta en polvo; porque prefiero morir a vivir, pues he oído
ultrajes mentirosos y una gran tristeza se apodera de mí. Haz que yo sea
liberado de esta angustia para ir al eterno lugar. No apartes tu rostro de mí».
JUDITH
La fidelidad de RUTH
Allí
vivieron durante muchos años, hasta que Elimelec, Majalón y Quelyón murieron
y se quedase sola Noemí, junto con las dos mujeres que habían contraído
matrimonio con sus hijos, que quedaron viudas. Eran sus nueras Ruth y Orfá.
Al
verse Noemí sin marido ni hijos, y al enterarse de que en Belén volvía a
haber prosperidad, decidió volver a su tierra. A sus nueras les dijo: «Podéis
iros, pues yo ya soy mayor, no podré tener más hijos que daros como esposos, y
estaréis mejor con vuestras familias».
Orfá,
una de sus nueras, se fue, tal y como le había recomendado Noemí. Sin embargo,
Ruth le dijo a Noemí: «Yo no te dejaré sola. Iré a donde tú vayas, tu
pueblo será mi pueblo y tu Dios será mi Dios».
Éste
es un testimonio de fidelidad, que para el pueblo judío era y es muy
importante, porque lo más sencillo para Ruth era haber actuado como Orfá, que
volvió, buscando seguridad, hacia su familia. Sin embargo, Ruth eligió dejarlo
todo y seguir incondicionalmente a su suegra, aceptando desde aquel momento la
religión de los israelitas y la pertenencia a ese pueblo.
Viendo Noemí que Ruth no iba a dejarla sola, se pusieron en camino hacia la tierra de Belén, donde se asentaron de nuevo.
Viendo Noemí que Ruth no iba a dejarla sola, se pusieron en camino hacia la tierra de Belén, donde se asentaron de nuevo.
Allí
tenían que buscarse la vida, y Ruth comenzó a trabajar en unos campos que tenía
un lejano pariente de su fallecido suegro, Elimelec. Aquel pariente se llamaba
Booz y, tal y como dictaban las leyes de la época, podía casarse con Ruth por
estar ella viuda y ser él un pariente cercano.
Quiso
Dios que así fuera, y ambos, Booz y Ruth, tuvieron un hijo que llamaron Obed.
Obed
fue padre de Isaí, que a su vez fue padre de David. Esta información que nos
da el Antiguo Testamento, en el Libro de Ruth, es importante, porque nos enseña
cuáles fueron los antepasados del rey David, el más grande de los reyes del
pueblo judío, de cuya descendencia nacería el Mesías, Jesús.
Fuente:
Alfa y Omega (El Pequealfa).
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